Mateo 1:1-16
Cuando estudiamos la historia de Jesús a través de los cuatro evangelios, encontramos que cada uno comienza la historia en diferentes etapas de la vida de Jesús.
Mateo comienza señalando la genealogía de Jesús, comenzando desde Abraham y terminando con Jacob, padre de José, marido de María, de la cual nació Jesús.
Marcos comienza su evangelio citando en el versículo 2 y 3 la profecía de Malaquías 3:1; e Isaías 40:3 acerca de Juan el Bautista, quien preparo el camino para el ministerio de Jesús, y quien era parte de la profecía.
Lucas Comienza dando una explicación del propósito de su libro. “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribirlas por orden” (Lucas 1:1-2). Es por esta razón que el comienza con Zacarías y Elizabeth y el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista.
Juan comienza no con el nacimiento de Jesús, sino presentando a Jesús como la segunda persona de la Trinidad. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principió con Dios. Todas las cosas por el fueron hechas, y sin el nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).
Mientras que la genealogía que nos presenta Mateo cubre desde Abraham, la que nos presenta Lucas en el capítulo 3:23-38, cubre hasta Set, hijo de Adán.
Si leemos detenidamente la lista de los descendientes en Mateo encontraremos ambos, esperanza y desilusión, fuerza y debilidad, valles y montañas, lo natural y lo Sobrenatural.
Lo creas o no, Jesús es el descendiente de Roboam – el hijo de Salomón quién intercambió las riquezas de Israel por monedas falsas y permitió que el reino fuera dividido. Lo creas o no, Jesús es el descendiente de Uzías, quien fue golpeado con Lepra como un juicio por creer que su palabra estaba sobre la palabra de Dios. Lo creas o no, Jesús es descendiente de Manasés, alguien que practicaba brujería y que sacrificó a su propio hijo al Dios Moloc.
Pero no termina ahí. Dios no va a permitir que el enemigo tenga la última palabra. Dios no permitirá que lo patético domine tu narrativa. Hay otro lado. Al igual que los descendientes de Jesús, lo bueno va a sobrepasar lo malo, tus días de gozo serán mayores que tus días de tristeza, la paz vencerá la Guerra, y tu futuro será mayor que tu pasado.
¿Por qué? Porque lo creas o no, el ungido, el hijo de Dios, el Mesías es el descendiente, el fruto, el subproducto de Abraham quien plantó su tienda hacia Betel. Lo creas o no, Jesús es el descendiente de Isaac, quien cavó los pozos, de un Jacob quien no dejó ir al ángel, un Judá que siempre peleó primero con alabanza, una Rahab quien protegió a los espías, una Rut quien se aferró a Nohemí, un David quien derrumbó al gigante, un Salomón quien construyó el templo de Dios, un Josafat
quien cantó “¡Porque Bueno es el Señor y Su misericordia es para siempre!”
Lo creas o no, Jesús es el descendiente de Ezequías quien puso su rostro en el muro y recibió otra palabra, de Josías quien redescubrió la ley y derribó los altares falsos, y a un Zorobabel quien regresó a reconstruir el templo y escuchó a Dios decir “¡Porque la Gloria postrera será mayor que la primera!”
Aquí está: NADA va a detener tu milagro de nacer. Si Roboam, Uzías y Manasés no impidieron que Jesús naciera, ¡nada te va a detener a ti de ver tu milagro!